Por Ruben Adalberto Pron.
En 1964, al tiempo en que se llevaban adelante las obras de la Ruta 13, comenzó la pavimentación urbana en El Trébol. La localidad, se aprestaba a celebrar los 75 años de vida -su aniversario de Brillantes- y quería celebrarlo mostrando un avance a tono con el acontecimiento que sobrevendría al año siguiente.
Hacía pocos meses que presidía la Comuna el doctor Fernando Degano y en el mismo año en que se trabajaba en la pavimentación del bulevar América y media calzada de la avenida Libertad (la mano nordeste quedó de tierra al negarse la empresa Ferrocarriles Argentinos a pagar lo que le correspondía como frontero beneficiado y se ejecutó a partir de 1974 con financiamiento comunal), llegaron a El Trébol las campanas para la torre de la iglesia -donde además se realizaron los revoques interiores del templo-, la corriente alternada reemplazó en el pueblo a la continua que se había distribuido hasta entonces, apareció el primer número del periódico parroquial “Mi Pueblo”, se creó el grupo scout “San Rafael” y el Club El Expreso inauguró el salón social reconstruido luego del incendio que lo había afectado dos años antes.
Mientras tanto, en el sur del bulevar, desde el acceso al campo de deportes del Club Trebolense, avanzaba el movimiento de suelo, compactación y hormigonado de las primeras cuadras de pavimento que tuvo el pueblo.
A la obra, la llevaba a cabo la empresa rosarina “Amadeo Tazzioli SA”, que había instalado su campamento en el terreno donde hoy se encuentra el edificio de la Escuela de Enseñanza Media “José Ingenieros”, donde se había montado la máquina que preparaba el hormigón.
Lo que guarda la memoria
Desde donde funcionaba entonces ese establecimiento educativo bajo el nombre de Escuela de Comercio Nº 3, en América al 800, frente al cine “San Martín” de la familia Bosso, los alumnos observaban en los recreos el evolucionar de las máquinas con las que se realizaba la obra, particularmente el de la pala frontal con dirección en las ruedas traseras que manejaba un jovencito de sólo 15 años, José Miguel Fernández, haciendo piruetas y cerrados giros para moverse con su carga entre las montañas de tierra.
Fernández, era hijo del capataz de la obra, Antolín Barriga, un chileno que siguió desempeñando esa tarea en la segunda etapa de pavimentación urbana, de 50 cuadras, que inició en 1965 la empresa del ingeniero Adalberto Blödorn.
“Los trabajos en el bulevar América y la avenida Libertad,demandaron algo más de un año”, recuerda Fernández, un rosarino que eligió quedarse en El Trébol, “cansado de andar de un lado para el otro” donde el trabajo llevara a su familia, que antes había estado en Las Parejas y siguió después a Cañada Rosquín.
“Fuimos unas diez o veinte personas las que trabajamos en aquella primera pavimentación urbana”, evoca el único testigo de aquella tarea que aún vive en la ciudad, y detalla que, además de la hormigonera y la pala frontal que él manejaba, la maquinaria de la obra se completaba con una topadora con orugas, una motoniveladora, un rodillo patas de cabra, un arco vibrador para asentar el material que se volcaba entre los moldes de los cordones y tres camiones volcadores.
De aquella etapa, otro de los trabajadores fue Herminio Pavón, quien en 1995, en el programa televisivo “Raíces”, que producía y conducía Jorge Meynet, agregó un detalle que confirma Fernández: en algunas esquinas como la de bulevar América y Bahía Blanca (ahora Emilia Bertolé), se construyeron bocas de tormenta y se colocaron tubos debajo de la calzada para el escurrimiento de las aguas de lluvia, lo que de haberse continuado en las sucesivas etapas de pavimentación, ayudaría hoy en mucho a reducir el impacto y los anegamientos que producen las precipitaciones intensas.
En aquella nota, Pavón mencionaba que el equipamiento con que se contaba no era muy moderno. La hormigonera, por ejemplo, entregaba un pastón cada veinte minutos, cuando ya existían máquinas que lo hacían con mucha mayor rapidez, lo que explicaría por qué la obra demoró tantos meses.
Pero Miguel Fernández destaca que el trabajo no se interrumpió nunca, ni por falta de materiales ni por desperfectos de las máquinas.
Lo que sí queda claro es que el primer pavimento urbano de El Trébol estuvo hecho a conciencia: con 60 años desde que se construyó y merced al mantenimiento que se les practica a esas nueve cuadras del bulevar América y cuatro de la avenida Libertad, la calzada permanece en la mejor forma pese a haberse excedido largamente la vida útil esperable.